Quiero ser maestro, como ellos

Escribo esto como un sencillo y humilde homenaje a los profesores y profesoras que admiro, quienes con sus acciones me han motivado a querer ser como ellos.

 

Así es, quiero ser como aquellos que se desvelaron por estudiar y por preparar clases, que invirtieron su tiempo en el diseño de una actividad y en ocasiones con su propio dinero compraron el material para implementarla.

 

Quiero ser como aquellos que con honestidad y humildad de corazón son capaces de un sincero sacrificio, que ven a sus estudiantes a los ojos y saben comprender lo que no dicen, que entienden sus sueños y esperanzas, y brindan su apoyo pero sin resolverles sus problemas ni evitarles los retos.

 

Quiero ser como aquellos que realizan su trabajo con amor, que sin marrullerías saben hacer realidad su vocación, y que, ni la falta de presupuesto ni los problemas sindicales les evitan respetar la profesión que eligieron.

 

Como ellos, prefiero ser un apoyo firme y no el héroe de la semana que regala calificaciones como estrategia para ganar el concurso de popularidad en que se convierten algunas evaluaciones, que sólo destacan el escalafón de ver el mediocre paso del tiempo entre los checados de tarjeta.

 

Como ellos, quiero demostrar mi amor por la docencia en cada clase, poner en juego la innovación y alimentar a los estudiantes de conocimientos y deseos de aprender, aún cuando en su casa no se alimentan bien porque no hay lo suficiente para comer.

 

Quiero ser como aquellos que practican la mejor forma de enseñar: el ejemplo; que reciben con reserva el agradecimiento de los alumnos, cuando los ayudan a crecer y a desarrollarse para la vida.

 

Como ellos, quiero dar mi clase sin prisas, duplicando mi calidad en el trabajo y no mis tiempos de descanso, porque sé que siendo de calidad puedo apoyar la labor de los padres de familia en la educación de sus hijos.

 

Quiero ser maestro como ellos, por eso hoy en el Día del Maestro, recuerdo con profundo respeto a todos aquellos que fueron, conmigo y mis compañeros, como hoy quisiera ser.

 

Y aprovecho también para recordar a George Pólya (1887-1985), célebre por sus libros Cómo plantear y resolver problemas (1945) y El descubrimiento de las matemáticas (1962), siendo éste último donde resumió una serie de recomendaciones que llamó El Decálogo del Profesor.

 

En síntesis este famoso decálogo dice: Demuestra interés por la materia que impartes; Domínala; Instrúyete en cuestiones didáctico-pedagógicas; Ponte en el lugar de tus estudiantes; Recuerda la importancia de las actitudes además del conocimiento técnico; Enséñales a conjeturar; Enséñales a demostrar; Ayúdalos a transferir el modelo general de solución del problema; Déjalos descubrir por sí mismos; Sugiere, no impongas.

 

Sí, así es, quiero ser maestro como ellos, que sin conocer a Pólya tienen sus propios principios para enseñar a aprender y sobre todo para formar debidamente y con dignidad a las generaciones del futuro.

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Mi madre celebrando la vida

Mi madre celebrando la vida

Víctor Flint Flores Hernández

 

 

 

En este 10 de mayo y como un humilde pero sincero homenaje deseo dedicar estas palabras a todas las madres. Con un profundo cariño, respeto y admiración para ellas y claro, también para mi mamá, mis tías y mi abuelita, quienes celebran el Día de las Madres reunidas, compartiendo uno de los placeres más importantes y trascendentales: el gusto por vivir y disfrutar la vida.

 

Así lo hacemos en la familia, como mi madre nos ha inculcado: ¡celebramos la vida! Nos enseñó que esa es la razón más importante para festejar, que son importantes los días del calendario de eventos sociales-comerciales, pero aún más importante es darle la oportunidad a cada día de ser motivo para nuestra felicidad, y que cada instante es razón suficiente para agradecer la ventura de vivir.

 

Hortensia es su nombre y ella, como muchas podrían contarnos su vida con risas y llantos, entre encuentros y desencuentros, con la alegría de ser madre y el terrible dolor de perder un hijo. La he visto sumida en la tristeza de esas ausencias y también gozando de la presencia de los nuevos enviados a su vida. Y si su nombre evoca una flor, su temple es de roca.

 

Así es mi madre… camina despacio, observa atenta, se le ve más débil pero es más fuerte. La cuidamos y protegemos pero siempre está para apoyarnos. Le gusta leer, le gusta conversar, le gusta convivir con la familia, con sus amistades, y sabe que la fiesta es una representación del sentir de las personas por eso siempre está presente compartiendo esas alegrías.

 

Sabe sonreír aunque lo oculta hasta que no puede evitar la carcajada. Hace observaciones, da consejos pero sobre todo pregona con el ejemplo. Prefiere su sazón pero no desprecia una invitación a comer. No colecciona nada, pero sabe guardar los recuerdos y los comparte justo en el momento. Ha olvidado muchas historias, pero se ha aprendido nuevas anécdotas.

 

Y así celebra la vida… con música, queriendo cantar fuerte, recordando el rancho sin querer volver, disfrutando su casa, tejiendo cerca de la ventana, observando la vida, haciendo amigas. Cuidando a su nieta y educándola para ser feliz, recordándole a ella, como si nos hablara a todos, que cada día, aún con sus propias penas, siempre da motivos para festejar.

 

Felicidades mamá, porque agradece la vida sin importar sus llantos y porque celebra este día como celebra tantos: siendo madre, siendo hija y siendo hermana; porque es educadora aunque nunca ha sido maestra; y porque sabe caminar unida, dar la mano, ofrecer el hombro y consolar el llanto.

 

Felicidades a usted y a todas las mamás de Cajeme y de Sonora. A mis amigas, compañeras y maestras, a todas las que festejan este día y el resto del año saben celebrar la vida.