Te conocí, y con las pausas de nuestra interacción te descubrí de una forma inusual: oda humana.
Virtuales efectos hicieron real el contacto, números después de las palabras esperadas y una que otra frase aprisionada. El destino y no el corazón las contenía.
Distancias inexistentes acortadas por falsas realidades, la honestidad presente porque no había razón para fingir. Eran palabras y miradas.
Una rima en un deseo y un profundo suspiro del otro lado del verso. Ningún anhelo expresado, solo intenciones contenidas esperando que el comentario surtiera efecto pensando la respuesta.
Tenías vida y de ella empezaste a conversar como si un tesoro fuera. Así aprendí a valorar lo natural en una idea breve y a apasionarme de lo profundo en un espacio ilusionado. Claro, no lo sabía.
Primer día: te conocí. Primer día: emocionado canto con tu nombre del rapsoda nacido, me hiciste cantar al descubrir en tu piel todo lo sublime de existir.
Empezando el amor a hacer de las suyas 🙂
Me gustaLe gusta a 1 persona
El amor siempre lo hace y lo mejor es que uno lo permite.
Me gustaMe gusta